El Protector
¿Puedes recordar un momento en el que Dios hizo un milagro en tu vida? ¿Un momento donde viste claramente Su mano de protección? Los testimonios son una enseñanza viva que nos recuerdan lo que Dios ha hecho por nosotros en diferentes momentos de nuestra vida.
Recuerdo que cuando era pequeño, mis padres me dejaban en un cuido de niños mientras ellos trabajaban. De lo poco que recuerdo de ese día, todo parecía normal: hacíamos actividades, comíamos, veíamos películas y dormíamos la siesta.
Pero ese día, mientras dormíamos, una de las personas que trabajaba en el cuido estaba limpiando los baños con cloro. Para acelerar el proceso y que los baños se secaran más rápido, decidió usar uno de esos abanicos cuadrados que todavía se utilizan hoy en día.
Lo que sucedió después, según me cuentan, es que ella colocó el abanico en una posición en la que el aire con olor a cloro daba directamente hacia el área donde yo estaba durmiendo en el piso. Al parecer, cuando las maestras intentaron despertarnos después de la siesta, yo no respondía. Inmediatamente llamaron a mis padres.
Mis abuelos, que vivían cerca, llegaron rápido al lugar, y mi papá llegó pocos minutos después. Al darse cuenta de la situación, llamó de inmediato a mi pediatra, quien le dijo que me llevara urgentemente al hospital, donde ya lo estarían esperando.
Al llegar al hospital, me cuentan que comencé a convulsionar. Me sacaron de los brazos de mi papá, que me sostenía mientras íbamos de camino. En el hospital, me hicieron un lavado de estómago. Ese día no tengo duda de que Dios me estaba protegiendo y que Su mano estuvo conmigo en todo momento.
Si me preguntas hoy qué recuerdo de ese día, la verdad es que muy poco. Solo tengo algunas imágenes en mi mente: recuerdo abrir los ojos y ver a la señora limpiando, y por un breve momento, el abanico soplando directamente hacia mí. También recuerdo que me subieron al auto y que mi papá me llevaba en sus brazos camino al hospital, y luego cerré los ojos nuevamente. Tengo un recuerdo borroso de estar en una sala de espera, podía abrir los ojos, pero no podía moverme. Lo último que recuerdo es estar acostado en una camilla, después de todo lo que había pasado, con mi familia reunida a mi alrededor.
Le doy gracias y toda la gloria a Dios, porque ese día me protegió de algo que pudo haber sido mucho peor. Después de ese evento, me diagnosticaron con asma, la cual me acompañó durante mi niñez. Pero por Su gracia y misericordia, hoy en día no tengo absolutamente nada de asma. Gracias al Señor, fui completamente sanado.
Para este escrito de la semana estuve luchando con qué compartir; no sabía sobre qué escribir. Pero en medio de ese momento, Dios trajo a mi memoria esta experiencia para recordarme que Él estuvo conmigo entonces, y que también está conmigo ahora.
Todos necesitamos, de vez en cuando, recordar lo que Dios ha hecho en nuestras vidas. No para exaltarnos a nosotros mismos, sino para que otros puedan conocer al Dios que servimos: un Dios que nos ama, que nos protege, que nos enseña y que está presente en cada momento.
Mi testimonio quizás no se parece al tuyo, pero todos tenemos uno. Todos hemos vivido algo en lo que Dios ha mostrado su fidelidad. Una de las mentiras que a veces dejamos entrar y que el enemigo siembra en nuestra mente es que no tenemos testimonio, que no hay nada especial en nuestra historia. Pero gracias a Dios por Su Palabra, que es el pan que necesitamos cada día, porque en ella encontramos verdad, dirección y recordatorios de que Él sigue obrando en nosotros.
Líbrame de mentiras a mi mismo; dame el privilegio de conocer tus enseñanzas. Salmo 119:29
Es un privilegio poder conocer las enseñanzas de Dios a través de Su Palabra, en la oración y cuando tomamos tiempo para meditar en Él. Son muchas las cosas que en el día a día intentan robarnos la paz, nos causan desesperación o nos distraen del propósito. Pero el Señor nos llama constantemente a buscarlo, porque en Él no hay mentiras que puedan hacernos daño, solo verdad, promesas y un plan perfecto diseñado para cada uno de nosotros.
Si hoy te sientes perdido, confundido o simplemente desconectado, vuelve tu corazón a Dios. En medio del ruido, Él sigue hablándote. Y cuando decides acercarte, Él siempre responde con amor, dirección y esperanza. No estás solo el mismo Dios que te protegió ayer, te sostiene hoy y te prepara para un mañana lleno de propósito.




